La rabia como las demás emociones es necesaria para nuestra supervivencia, nos lleva a reaccionar ante lo que consideramos como una amenaza, al igual que el miedo, pero en este caso la reacción no va a ser de huida sino de ataque, porque consideramos que contamos con los recursos para hacerle frente.

La ira nos motiva a enfrentarnos a los obstáculos que se interponen en nuestras metas, para defendernos, hacer valer lo nuestro, nuestros derechos, expresar nuestras opiniones y así no permitir injusticias, sin transgredir los derechos de los demás y respetando las normas sociales.

Sin embargo, se puede desvirtuar cuando permitimos que se convierte en una reacción pronta y aguda, manifestándose a través de comportamientos destructivos hacia el ofensor, como una forma de venganza; o cuando se deja convertir en un sentimiento profundo de amargura que es más duradero, impidiéndonos incluso, hablar correctamente, sino con balbuceos.

Quiero compartirles un texto de Jorge Bucay, médico y escritor argentino, sobre la ira.

¿La Ira, una máscara del miedo o la tristeza?

“…Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose

mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas

las dos entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida –sin

saber por qué– se bañó rápidamente y más rápidamente aun, salió del agua…

Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que,

desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza…

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está,

la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso

del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así

que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel,

terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta

furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está

escondida la tristeza”

Del libro de Jorge Bucay: “Cuentos Para pensar”

Muchas veces hemos asociado esta emoción como una característica predominante en el hombre, posiblemente porque culturalmente se les ha enseñado que no pueden expresar sus emociones de miedo o tristeza; por lo cual, utilizan la rabia como una manera de expresar su malestar emocional, originando en muchos casos explosiones de rabia.

En algunas ocasiones, la ira puede generarse a raíz del miedo, cuando se percibe que no se puede huir del estímulo amenazante y se considere que la única opción posible sea el ataque, y entonces entra en acción la ira para poder llevar a cabo esta acción.

Por ello, el primer paso que debemos dar para encauzar la ira o cualquier otra emoción es aceptarla; no debemos reprimir ninguna emoción, sino saberla expresar; además reprimirlas puede ocasionar no solo malestar psicológico sino físico, a través de problemas digestivos, respiratorios, cardiovasculares, dermatológicos o de dolor crónico, entre otros.

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