Es una vivencia o expresión de la afectividad de la persona. Es una respuesta o reacción afectiva o sentimental ante determinado estímulo. Deriva de la palabra latina emovere, que significa agitación. Por tanto, podemos decir que la emoción, es una conmoción interior generalmente brusca, aguda, rápida, espontánea y súbita que se produce en la afectividad o estado de ánimo de la persona.
La emoción siempre viene acompañada de manifestaciones físicas tales como sudoración, taquicardia, dificultad respiratoria, etc. Su duración es breve y escueta. Las emociones son neutras; en el sentido que no se les puede dar una connotación moral, o decir que son buenas o malas, positivas o negativas, simplemente existen, se dan, son reales, son una respuesta afectiva ante algo que se presenta como atractivo o amenazador.
En ese orden de ideas es importante decir que las emociones son adaptativas, puesto que me sirven para adaptarme al medio o a los distintos momentos o etapas que estoy viviendo. Por ejemplo: estoy triste porque ha muerto un amigo, me alegro cuando mi equipo de fútbol preferido mete un gol, me da miedo caminar por una calle oscura y sola, me da miedo encontrarme de pronto con un perro que me ladra.
Ante todo esto, nos parece fundamental plantear la importancia de la educación de las emociones, para que la persona pueda avanzar en su madurez afectiva y una existencia feliz y virtuosa.
Se trata de que cada quien conozca sus emociones primarias y vaya aprendiendo cotidianamente a manejar sus emociones, de manera que pueda crecer en estabilidad, armonía, paz y reconciliación.
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Psi. Humberto Del Castillo Drago. Magister en Psicología. Director General del Centro Areté.